Nunca fui de obedecer a mi mamá a la primera. En algunos momentos, ella tuvo que decirme algo una o dos veces más, y en muchas situaciones, tuvo que darme unos azotes para que la obedeciese, pero como todos los niños también sabía cómo “obedecer” de una si tenía interés en algo.
Por ejemplo, recuerdo que todos los años la escuela promovía un paseo a un campo con piscinas, canchas de vóley, fútbol, etc. Cuando llegaba esa época, me comportaba muy bien, hacía las cosas de una, no daba problemas y procuraba ser la hijita que mi mamá quería tener. Todo eso para que no hubiese razón para que mi madre negara que vaya al paseo. Obviamente, mi mamá percibía cuándo estaba obedeciendo por sinceridad y cuándo lo hacía por interés.
Así también funciona con Dios. Él sabe perfectamente cuándo estamos siendo sinceras y cuándo lo hacemos con las vista en algo. Por ejemplo:
* Están aquellas que van a la iglesia simplemente porque tienen su atención puesta en algún chico;
* Muchos quieren usar a Dios para conquistar cosas, pero en el fondo, en el fondo no tienen el menor interés de tomarlo en serio;
* Muchas personas quieren quedarse cerca de Él por miedo a ir al infierno;
Recuerdo que muchas veces en la escuela ni siquiera había estudiado para la prueba y antes de comenzar llegué a cerrar los ojos y pedirle a Dios que me ayude!!! Confieso que en el mismo momento mi conciencia me respondía: – “¡Hipócrita! ¡Ni siquiera estudiaste! ¿Cómo puedes querer que Dios te ayude?”.
¡No te engañes! ¡Los interesados se conocen de lejos!
Ahora, piensa conmigo… si a ti no te gusta que alguien sea interesado contigo, ¡¿imagina entonces cómo se siente Dios?!
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