- “¡Mamáaaa, Raquel está destruyendo mi autito!” Gritaba mi hermano en búsca de auxilio.
Raphael (mi hermano) siempre fue muy cuidadoso. Mientras que los
juguetes de él duraban años, los míos duraban pocos meses o incluso
semanas, porque yo no cuidaba para nada mis juguetes. Él estaba tan
desesperado porque acababan de regalarle aquel regalo unos días atrás
(en su cumpleaños).
El autito era a control remoto, y alcanzaba una alta velocidad. Acababa de ser lanzado en Brasil, y mi padre se lo regaló.
En aquella época mis padres se peleaban mucho, y en aquella misma semana mi papá había decidido irse de casa.
Mi mamá cuenta que mi papá (muy enojado) fue yendo por toda la casa
recogiendo todo lo que él había comprado, todo lo que teóricamente le
pertenecía, fue entonces que ella vio a mi hermano corriendo con la caja
de regalo de cumpleaños (aquel autito nuevo) y, sin perder tiempo, tomó
una lapicera y escribió rapidito:
“ESTE AUTO PERTENECE A RAPHAEL”.
O sea, él tenía tanto miedo de perder el autito que llegó a pensar que mi papá lo llevaría en la maleta… jajaj
Esta historia graciosa me recuerda a nuestra vida. Cualquier persona
que desea tener a Dios más que todo, pero a la hora de largar lo que Lo
desagrada la historia cambia.
Porque aún era pequeño, mi hermano no vio la gravedad de quedarse sin
nuestro padre en casa. Estaba más preocupado con el autito nuevo.
Así hacen también muchos adolescentes. Dicen que quieren a Dios, pero
muchas veces no logran no siquiera dejar cositas tan insignificantes.
Y para ti, ¿qué ha sido más importante que Dios en tu vida?
Por Raquel Ouverney
ebi: Educadoras y Consejeras en Acción - Evangelizando
ebi: Educadoras y Consejeras en Acción - Evangelizando: Las Educadoras y Consejeras salieron en las calles y en los Hospitales para llevar vida, alegria a los niños y también a sus familiares. ...
La Sabionda
¡Hora de salida en el colegio! El timbre sonó y allá iba yo (como de
costumbre) en dirección al ómnibus de la escuela que llevaba y traía a
la mayoría de los estudiantes diariamente.
Fui caminando con mi amiga por la escuela hasta llegar cerca del autobús que me llevaría. Estaba todo muy bien… me despedí de ella y dije:
- “¡Chau, Silvia!”
Fue entonces que ella me miró con cara de escarnio y dijo:
- “¡Ah, cierto!… Me olvidé de que tienes que ir en el autobús de la escuela a casa… jajajaj… ¡No sabes ni tomar el ómnibus sola!”
- “¿Qué tiene eso de malo?”, pensé yo.
¡Tenía 10 años de edad!!! Ella se iba sola porque vivía cruzando la calle, pero yo vivía más lejos.
Pero, pensando en no quedarme atrás, respondí rápidamente:
- “¡Claro que no, Silvia! Yo voy en el ómnibus de la escuela porque quiero, ¡pero sé muy bien andar en ómnibus sola! Voy a probarte eso mañana”. Respondí mostrando autoconfianza.
Me fui para casa pensando cómo podía hacer para salir de esta, al fin de cuentas, ella tenía razón: Yo no sabía tomar el ómnibus sola L ay, ay, ay!! ¿Y ahora? Llegué a casa y tuve una idea…
- “¡Paaaaaaaa, me tienes que ayudar! ¡Es urgente!
- “Mañana, necesito volver de la escuela en ómnibus normal (no el del colegio) y tú tienes que estar del otro lado de la calle esperándome, pero con una condición: nadie puede ver que estás conmigo. Tiene que parecer que estoy sola”.
Después de explicar todo e insistir muuucho, él aceptó mi plan.
Al día siguiente a la hora de la salida, fui con mi amiga Silvia hasta la puerta del colegio, pero esta vez pasé de largo por el ómnibus de la escuela y fui con ella hasta la salida. Ella se sorprendió al ver que estaba saliendo del colegio sola, ¡pero sólo Dios sabía cómo mi corazón latía fuerte! ¡Estaba temblando como una hoja! Jajaj
Todo el tiempo pensaba: -“¿y si mi papá se atrasa? ¿Y si olvidó la hora? ¡Ay, mi Dios! ¡Estoy frita si mi plan falla!!! L
Salí del colegio y discretamente vi a mi padre del otro lado de la calle, ¡ah, qué alivio!
Fui caminando con ella jactándome: – “Viste, Silvia… ¡yo voy sola para casa!”
Y ella respondía: – “¡Caramba, estoy sorprendida!”.
Ella ni imaginaba que yo caminaba, pero sólo mirando para atrás muriendo de miedo de perder de visa a mi padre.
Después de despedirme de ella, llamé a mi padre y fuimos juntos a casa (con él guiándome, ¡claro!).
Amigas, vean la vuelta que di y cómo podría haber terminado mal, simplemente porque no quise reconocer que no sabía hacer algo.
A veces has actuado así. Con miedo de lo que tus amigos vayan a pensar, has caído en la moda de “quedar” con alguien, besar a cualquiera, probar cigarrillo, bebidas, has hecho cosas con las que ni siquiera te sientes cómoda, simplemente por vergüenza de expresar quién eres en realidad.
La verdad es que “bobos” son los que actúan como lo hice yo. Los sabios de verdad no se intimidad delante de la presión de nadie. Ellos son definidos.
Besitos
Por Raquel Ouverney
Fui caminando con mi amiga por la escuela hasta llegar cerca del autobús que me llevaría. Estaba todo muy bien… me despedí de ella y dije:
- “¡Chau, Silvia!”
Fue entonces que ella me miró con cara de escarnio y dijo:
- “¡Ah, cierto!… Me olvidé de que tienes que ir en el autobús de la escuela a casa… jajajaj… ¡No sabes ni tomar el ómnibus sola!”
- “¿Qué tiene eso de malo?”, pensé yo.
¡Tenía 10 años de edad!!! Ella se iba sola porque vivía cruzando la calle, pero yo vivía más lejos.
Pero, pensando en no quedarme atrás, respondí rápidamente:
- “¡Claro que no, Silvia! Yo voy en el ómnibus de la escuela porque quiero, ¡pero sé muy bien andar en ómnibus sola! Voy a probarte eso mañana”. Respondí mostrando autoconfianza.
Me fui para casa pensando cómo podía hacer para salir de esta, al fin de cuentas, ella tenía razón: Yo no sabía tomar el ómnibus sola L ay, ay, ay!! ¿Y ahora? Llegué a casa y tuve una idea…
- “¡Paaaaaaaa, me tienes que ayudar! ¡Es urgente!
- “Mañana, necesito volver de la escuela en ómnibus normal (no el del colegio) y tú tienes que estar del otro lado de la calle esperándome, pero con una condición: nadie puede ver que estás conmigo. Tiene que parecer que estoy sola”.
Después de explicar todo e insistir muuucho, él aceptó mi plan.
Al día siguiente a la hora de la salida, fui con mi amiga Silvia hasta la puerta del colegio, pero esta vez pasé de largo por el ómnibus de la escuela y fui con ella hasta la salida. Ella se sorprendió al ver que estaba saliendo del colegio sola, ¡pero sólo Dios sabía cómo mi corazón latía fuerte! ¡Estaba temblando como una hoja! Jajaj
Todo el tiempo pensaba: -“¿y si mi papá se atrasa? ¿Y si olvidó la hora? ¡Ay, mi Dios! ¡Estoy frita si mi plan falla!!! L
Salí del colegio y discretamente vi a mi padre del otro lado de la calle, ¡ah, qué alivio!
Fui caminando con ella jactándome: – “Viste, Silvia… ¡yo voy sola para casa!”
Y ella respondía: – “¡Caramba, estoy sorprendida!”.
Ella ni imaginaba que yo caminaba, pero sólo mirando para atrás muriendo de miedo de perder de visa a mi padre.
Después de despedirme de ella, llamé a mi padre y fuimos juntos a casa (con él guiándome, ¡claro!).
Amigas, vean la vuelta que di y cómo podría haber terminado mal, simplemente porque no quise reconocer que no sabía hacer algo.
A veces has actuado así. Con miedo de lo que tus amigos vayan a pensar, has caído en la moda de “quedar” con alguien, besar a cualquiera, probar cigarrillo, bebidas, has hecho cosas con las que ni siquiera te sientes cómoda, simplemente por vergüenza de expresar quién eres en realidad.
La verdad es que “bobos” son los que actúan como lo hice yo. Los sabios de verdad no se intimidad delante de la presión de nadie. Ellos son definidos.
Besitos
Por Raquel Ouverney
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¡Buenas tardes, obispo! Lamentablemente, así está la mayoría de las personas: unas en el abismo del matrimonio frustrado, otras con la salud deteriorada, con la vida económica arruinada, la familia separada, la vida espiritual condenada, etc. Nosotros estamos extendiendo la mano, pero el maldito orgullo le impide a la persona inclusive que vea al menos nuestra mano extendida para ayudarle. Cuando la ve, en vez de soltar el orgullo y agarrarla, se mantiene apegada a esa carga que la lleva al fondo del abismo. Fuente: Blog Obispo Macedo
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