Según el corazón de Dios

                       Palabra de la Señora Ester Bezerra
En el mundo lo que importa es la apariencia, belleza, riqueza y ese brillo llenan los ojos de aquellos que viven allí. Pero Dios no valoriza esas cosas, el mundo de Él es diferente. Él no mira la apariencia o la condición de alguien, El mira el interior de la persona, la belleza espiritual. Evalúa lo que ella tiene de bondad, misericordia y fidelidad. El mira la fe.David fue una persona en el cuál Dios lo buscó y lo encontró con esos requisitos.El cuidaba las ovejas de su padre con mucha dedicación. No reclamaba ni se relajaba,hacía de todosu corazón aquella tarea.Y mientras que las ovejas pastaban en el campo, el sacaba provecho para glorificar a su Creador con su harpa. Veía en toda la Majestad de Dios. Por eso, Dios lo escogió,
más tarde, para ser ungido rey de Israel, para cuidar de Su pueblo. Dios vio el amor de David y su dedicación a las ovejas de su padre. Esa obediencia e interés
de corazón llamo la atención de Dios.Cuando se iba ungir al nuevo rey, el profeta Samuel todavía no sabía que sería David. Dios apenas le dijo que ungiría uno de los hijos de Jesé. El profeta, entonces, pidió para conocer a todos ellos y, al ver a Eliabe, alto, fuerte y bonito, pensó que estaba frente al futuro rey. Por eso, la respuesta de Dios fui reveladora:
“Y Él Señor respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Dios no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero El Señor mira el corazón” (1 Samuel 16:7)
Él profeta quería consagrar a aquellos que el encontraba robustos y bonitos, pero Dios había escogido a David, aun siendo el más joven y delgado, sin ni siquiera haber ido al ejército. David fue escogido por causa de su corazón bueno y de su fe en ÉL. ¿Y ahora ya sabe, lo que Dios ve en nosotros? Es nuestro interior, sea bueno o malo. Tenemos que tener un corazón puro y verdadero, pues es por el que somos medidos e justificados delante de Dios. En nuestro corazón está toda nuestra intención, buena o mala. La timidez y el orgullo pueden impedirle de expresarse con cariño y bondad, de decir “yo te amo” a sus padres de expresar exactamente lo que realmente eres. Si cierras tu corazón y no hablas lo que sientes, es muy difícil de conocerte de verdad. Es necesario hablar, transmitir todo lo que está dentro de ti, sin reservas, sin fingimiento o falsedades, pues no podemos engañar a Dios, El todo ve y valoriza la sinceridad. Si lo tienes como el Señor de tu vida y querer sólo agrandarlo, necesitas tener ese corazón sincero, abierto, obediente y puro. Sólo así será valorizado y reconocido como hijo de Dios. Y la consecuencia de eso es el placer de tener su compañía, y así como David ser  “según el corazón de Dios”. ¡ Y qué bello corazón!

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